
protagonistas
VERONICA GHIO
Reutemann tiene una esposa 26 años menor que se convirtió en una celosa escolta full time
Se conocieron en 2002 gracias a una amiga en común. Ella estudiaba Comercio Exterior y trabajaba en seguros, pero desde hace algún tiempo se dedica a acompañar a su marido tiempo completo. Conviven desde hace cuatro años en Santa Fe y se casaron en diciembre de 2006. Para la ceremonia civil quisieron el mismo hermetismo que los caracteriza a ambos: pocas salidas y discreción absoluta. Ella hace natación, entrena cada mañana y tiene un año menos que su hija mayor. Las ganas de convertirlo nuevamente en padre, una vez que Cora lo haga abuelo el próximo abril.
Por M.A. / Ignacio Hintermeister*
Galán. Ella lo acompaña en cada viaje entre Santa Fe y Buenos Aires. Jamás van en avión y el ex corredor nunca la deja manejar. El tiene 66 y pronto será abuelo, Verónica aún no celebró las cuatro décadas.El martes pasado, las primeras versiones aseguraban que la internación era apenas por molestias gástricas, pero algunas horas después resultó que se trataba de una afección vascular que iba a requerir un stent. Cuando la gente comenzaba a preguntarse si los vaivenes preelectorales de los últimos meses habían sido mucho para el corazón sexagenario del senador santafesino, Carlos Reutemann sorprendió en una breve conferencia de prensa antes de abandonar el hospital, manejando él mismo y con una bella rubia menor de 40 en el asiento del acompañante. Plena salud.
Igual, ella ya había jurado acompañarlo también en la enfermedad. El ex corredor se casó en diciembre de 2006 con Verónica Ghío, una atlética mujer que sigue a rajatabla el principio de discreción que impone su marido. Cuando lo conoció, cursaba estudios de Comercio Exterior y trabajaba en el área de Seguros. Fue en el tumultuoso año 2002, cuando el santafesino coqueteó con la candidatura a presidente, espaldarazo duhaldista mediante. “Vi algo que no me gustó”, fue toda la explicación que dio antes de bajarse de la carrera. La tía de Verónica trabajaba en Ceremonial de la Casa de Gobierno, pero no tuvo ocasión de oficiar de celestina y la presentación cayó en manos de una amiga en común.
Desde 2004 conviven en la casa de Regimiento 12 de Infantería, en el barrio residencial de Guadalupe, a escasos 30 metros de la playa sobre la Laguna Setúbal. Ghío tuvo que esperar ocho años antes de que pudieran formalizar el vínculo: separado hacía años, su novio no estaba aún legalmente divorciado.
La boda estaba prevista para el 22 de diciembre en un country de Santo Tomé, pero la adelantaron secretamente seis días para evitar a la prensa (y eventuales escraches opositores). Apenas 50 amigos y familiares estuvieron presentes en el enlace civil y fue Roxana Latorre –otra de las recientes renuncias al bloque de senadores K– la que firmó como testigo hace ya dos años.
Esa mujer. La esposa de Reutemann tiene 39, un año menos que la mayor de sus “hijastras”, Cora, que en abril convertirá al santafesino en abuelo. El nacimiento del primer nieto está previsto para el 12, en coincidencia con el cumpleaños del senador.
Verónica terminó sus estudios secundarios en Vera, al norte de la provincia, y conserva un grupo de fieles amigas que la escoltan en largas caminatas y la acompañan al gym. Dejó su trabajo como gestora y ahora es una acompañante permanente en los viajes del senador a Buenos Aires; los hacen en auto y en la ruta sólo maneja él.
Los rumores “recoletos” de Santa Fe sugieren que fue la suegra la que presionó para el enlace, pero Mirta Lassaga se ríe de lado y jura que no tuvo nada que ver a la hora de fijar la fecha de casamiento de “Verona”, como llama a su hija. “No creo que a Reutemann lo pueda apurar nadie”, afirma la mujer, que pinta al óleo en su casa céntrica de la ciudad. Aunque enseña el arte, prefiere no exponer.
La belleza de la esposa del senador es reflejo de la de su madre, que está separada desde hace varios años del abogado José María Ghío. Verónica tiene dos sobrinos, hijos de su hermano Tito. Pero no serán los únicos chicos de su familia si ella logra cumplir los sueños de maternidad junto al senador. Ya cuando confirmó la boda, el ex gobernador tuvo que aclarar que no estaba esperando otro hijo, pero en la provincia no es un secreto que la noticia bien podría convertirse en realidad.
Cambio de perfil. María Noemí Claudia Bobbio fue la primera esposa, cuando él era un exitoso corredor de Fórmula Uno. Siempre la llamaron Mimicha, de acuerdo a su procedencia, hija de una “familia bien” santafesina que autorizó el enlace, el 18 de mayo de 1968 . Tuvieron dos hijas, Cora y Mariana. Aunque se separaron en 1979, recién tramitaron el divorcio en 2006, cuando Reutemann tuvo intenciones de volver a pasar por el registro civil con su joven prometida.
Instalada en Mónaco y ya sin atadura nupcial alguna, Mimicha “amenazó” con plasmar sus memorias en un libro. Y cumplió: en 2007, publicó Peticotas: Peripecias, alegrías y sublimes desencantos, un compendio de relatos que atraviesan su infancia y adolescencia en Santa Fe y sus “años locos” al lado del corredor argentino que la hizo conocer las mieles del éxito. Pero, claro, no todas las anécdotas estaban destinadas a despertar una sonrisa en su ex marido, siempre receloso de su intimidad y cultor del perfil bajo. En una de ellas, por ejemplo, contó sin empacho que provenía de una familia antiperonista y que temió las represalias de su padre cuando “el Lole” la llevó a conocer a Juan Domingo Perón. También reveló que se casó virgen y que al senador le costó trabajo consumar el matrimonio: “¡Lo que es ser una niña agrandada pero niña al fin! ¡Me la pasé gran parte de la noche llorando en el baño! Aunque no lo crean, el padre de mis hijas tuvo que esperar quince días para convertirme en señora”, escribió suelta de cuerpo.
Para la segunda vuelta en el amor, Reutemann prefirió una mujer alejada de las letras, cautelosa y atractiva, que pueda garantizarle la discreción y buena imagen que su carrera política –candidato o no– requiere.
*Desde Santa Fe.
VERONICA GHIO
Reutemann tiene una esposa 26 años menor que se convirtió en una celosa escolta full time
Se conocieron en 2002 gracias a una amiga en común. Ella estudiaba Comercio Exterior y trabajaba en seguros, pero desde hace algún tiempo se dedica a acompañar a su marido tiempo completo. Conviven desde hace cuatro años en Santa Fe y se casaron en diciembre de 2006. Para la ceremonia civil quisieron el mismo hermetismo que los caracteriza a ambos: pocas salidas y discreción absoluta. Ella hace natación, entrena cada mañana y tiene un año menos que su hija mayor. Las ganas de convertirlo nuevamente en padre, una vez que Cora lo haga abuelo el próximo abril.
Por M.A. / Ignacio Hintermeister*
Galán. Ella lo acompaña en cada viaje entre Santa Fe y Buenos Aires. Jamás van en avión y el ex corredor nunca la deja manejar. El tiene 66 y pronto será abuelo, Verónica aún no celebró las cuatro décadas.El martes pasado, las primeras versiones aseguraban que la internación era apenas por molestias gástricas, pero algunas horas después resultó que se trataba de una afección vascular que iba a requerir un stent. Cuando la gente comenzaba a preguntarse si los vaivenes preelectorales de los últimos meses habían sido mucho para el corazón sexagenario del senador santafesino, Carlos Reutemann sorprendió en una breve conferencia de prensa antes de abandonar el hospital, manejando él mismo y con una bella rubia menor de 40 en el asiento del acompañante. Plena salud.
Igual, ella ya había jurado acompañarlo también en la enfermedad. El ex corredor se casó en diciembre de 2006 con Verónica Ghío, una atlética mujer que sigue a rajatabla el principio de discreción que impone su marido. Cuando lo conoció, cursaba estudios de Comercio Exterior y trabajaba en el área de Seguros. Fue en el tumultuoso año 2002, cuando el santafesino coqueteó con la candidatura a presidente, espaldarazo duhaldista mediante. “Vi algo que no me gustó”, fue toda la explicación que dio antes de bajarse de la carrera. La tía de Verónica trabajaba en Ceremonial de la Casa de Gobierno, pero no tuvo ocasión de oficiar de celestina y la presentación cayó en manos de una amiga en común.
Desde 2004 conviven en la casa de Regimiento 12 de Infantería, en el barrio residencial de Guadalupe, a escasos 30 metros de la playa sobre la Laguna Setúbal. Ghío tuvo que esperar ocho años antes de que pudieran formalizar el vínculo: separado hacía años, su novio no estaba aún legalmente divorciado.
La boda estaba prevista para el 22 de diciembre en un country de Santo Tomé, pero la adelantaron secretamente seis días para evitar a la prensa (y eventuales escraches opositores). Apenas 50 amigos y familiares estuvieron presentes en el enlace civil y fue Roxana Latorre –otra de las recientes renuncias al bloque de senadores K– la que firmó como testigo hace ya dos años.
Esa mujer. La esposa de Reutemann tiene 39, un año menos que la mayor de sus “hijastras”, Cora, que en abril convertirá al santafesino en abuelo. El nacimiento del primer nieto está previsto para el 12, en coincidencia con el cumpleaños del senador.
Verónica terminó sus estudios secundarios en Vera, al norte de la provincia, y conserva un grupo de fieles amigas que la escoltan en largas caminatas y la acompañan al gym. Dejó su trabajo como gestora y ahora es una acompañante permanente en los viajes del senador a Buenos Aires; los hacen en auto y en la ruta sólo maneja él.
Los rumores “recoletos” de Santa Fe sugieren que fue la suegra la que presionó para el enlace, pero Mirta Lassaga se ríe de lado y jura que no tuvo nada que ver a la hora de fijar la fecha de casamiento de “Verona”, como llama a su hija. “No creo que a Reutemann lo pueda apurar nadie”, afirma la mujer, que pinta al óleo en su casa céntrica de la ciudad. Aunque enseña el arte, prefiere no exponer.
La belleza de la esposa del senador es reflejo de la de su madre, que está separada desde hace varios años del abogado José María Ghío. Verónica tiene dos sobrinos, hijos de su hermano Tito. Pero no serán los únicos chicos de su familia si ella logra cumplir los sueños de maternidad junto al senador. Ya cuando confirmó la boda, el ex gobernador tuvo que aclarar que no estaba esperando otro hijo, pero en la provincia no es un secreto que la noticia bien podría convertirse en realidad.
Cambio de perfil. María Noemí Claudia Bobbio fue la primera esposa, cuando él era un exitoso corredor de Fórmula Uno. Siempre la llamaron Mimicha, de acuerdo a su procedencia, hija de una “familia bien” santafesina que autorizó el enlace, el 18 de mayo de 1968 . Tuvieron dos hijas, Cora y Mariana. Aunque se separaron en 1979, recién tramitaron el divorcio en 2006, cuando Reutemann tuvo intenciones de volver a pasar por el registro civil con su joven prometida.
Instalada en Mónaco y ya sin atadura nupcial alguna, Mimicha “amenazó” con plasmar sus memorias en un libro. Y cumplió: en 2007, publicó Peticotas: Peripecias, alegrías y sublimes desencantos, un compendio de relatos que atraviesan su infancia y adolescencia en Santa Fe y sus “años locos” al lado del corredor argentino que la hizo conocer las mieles del éxito. Pero, claro, no todas las anécdotas estaban destinadas a despertar una sonrisa en su ex marido, siempre receloso de su intimidad y cultor del perfil bajo. En una de ellas, por ejemplo, contó sin empacho que provenía de una familia antiperonista y que temió las represalias de su padre cuando “el Lole” la llevó a conocer a Juan Domingo Perón. También reveló que se casó virgen y que al senador le costó trabajo consumar el matrimonio: “¡Lo que es ser una niña agrandada pero niña al fin! ¡Me la pasé gran parte de la noche llorando en el baño! Aunque no lo crean, el padre de mis hijas tuvo que esperar quince días para convertirme en señora”, escribió suelta de cuerpo.
Para la segunda vuelta en el amor, Reutemann prefirió una mujer alejada de las letras, cautelosa y atractiva, que pueda garantizarle la discreción y buena imagen que su carrera política –candidato o no– requiere.
*Desde Santa Fe.
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